Conciencia: La esencia de la meditación
Como Mingyur Rinpoche dice a menudo, la conciencia es la esencia de la meditación. Lo que quiere decir es que practicar meditación es un proceso de explorar el corazón y la mente, de experimentar la riqueza de la conciencia misma. Esto implica que la meditación no pretende eliminar las cosas que no nos gusten de nosotros mismos, ni tampoco de convertirnos en “mejores” personas. La meditación nos ayuda a ver que ya estamos completos e íntegros. Es una herramienta práctica que nos permite entrar en contacto con nuestra verdadera naturaleza.
El camino de la meditación se desarrolla en dos escenarios: Empezamos reconociendo que la naturaleza de la conciencia es fundamentalmente buena y pura, y que es la fuente de la felicidad verdadera y duradera. Una vez que hemos experimentado directamente la bondad básica de la conciencia, el sendero de la meditación consiste en nutrir este reconocimiento y permitir que las cualidades de la conciencia se manifiesten por completo.
El camino de la meditación puede resumirse en estos dos aspectos: reconocer nuestra verdadera naturaleza y enriquecer este reconocimiento hasta que llegue a ser una experiencia vívida a lo largo de nuestras vidas.
La tercera opción: Hacernos amigos de las emociones difíciles
Cuando nos encontramos con situaciones desafiantes y emociones dolorosas, normalmente respondemos de uno de estos dos modos: En el primer caso, nos identificamos con nuestro sentimiento y creemos en lo que nos dice. Mingyur Rinpoche le denomina a esto la respuesta del “sí, señor”. En el segundo caso, nos resistimos a la emoción y tratamos de eliminarla, e incluso quizá reprimirla hasta el punto en que la desaparecemos de nuestra experiencia consciente. A ésta, Rinpoche la denomina la respuesta “oye, fuera de aquí”. Ambas respuestas nos mantienen encerrados en un ciclo de insatisfacción y sufrimiento.
La meditación nos da una tercera opción, en la que usamos esos sentimientos dolorosos como soportes para la conciencia. Este acercamiento reduce la resistencia que usualmente tenemos hacia los sentimientos difíciles. Al principio, esto se puede sentir como si hubiera un poco de espacio entre usted y la emoción, o como si estuviera aprendiendo a estar con la emoción en vez de convertirse en la emoción. Esto tal vez no se sienta tan placentero al principio, pero gradualmente nosotros podemos aprender a abrazar y apreciar estos sentimientos como expresiones naturales de la conciencia.
La vida cotidiana como práctica de meditación
De la misma forma que podemos usar los sentimientos dolorosos y emociones como soportes para la conciencia, también podemos usar las experiencias del día a día, incluso los detalles más mundanos de nuestras vidas, como oportunidades de profundizar nuestra práctica. Se puede usar todo lo que se manifiesta en el momento presente como soporte para la conciencia. Podemos meditar con el timbre del teléfono, con las sensaciones de nuestro cuerpo mientras nos sentamos en el escritorio o mientras caminamos por la calle, y con todas las imágenes que se despliegan a lo largo de nuestro día. La belleza de esta práctica es que nada es un obstáculo para meditar. Usted puede incluso hacer conciencia de los sensaciones de somnolencia y de agitación. Poco a poco, todo se convertirá en meditación y se sentirá totalmente cómodo en el momento presente.
La Alegría de Vivir
La alegría no es la ausencia del sufrimiento, la ausencia de desafíos ni la ausencia de cualquier otra cosa. Vivir con alegría significa que desarrollamos un sentido de bienestar interior que nos permite abrazar lo que sea que ofrezca el momento presente. La meditación instaura en nosotros una sensación genuina de curiosidad y capacidad de maravillarse aún con los detalles mundanos y desafiantes de nuestra existencia. La Alegría de Vivir es vivir con confianza, ligereza y humor con el conocimiento de que todos nuestros pensamientos y emociones no son más que una ondulación en la superficie de la conciencia.